Pene Blanque

Había leído algo sobre esta montaña, pero no es fácil encontrar reseñas y datos que nos faciliten la ascensión. Las expectativas eran atrayentes, lo leído apuntaba a una buena jornada de montaña. Todo lo esperado se ha cumplido y más, como Mikel dijo “una montaña que hay que ganársela”. El esfuerzo para llegar a lo más alto será importante, pero la recompensa no será menor. Las inclinadas pedrizas de las laderas de nuestra montaña nos pondrán a prueba y exigirán mucho de nosotros. Una cosa tendremos que tener en cuenta, hay que dejar fuerzas y motivación para el descenso, llegar al collado de Lhurs y la bajada desde él reclamará más trabajo de nosotros, allí nos daremos cuenta que es una ruta para montañeros. La llegada a las cabañas de Lhurs será un premio a nuestro esfuerzo tras haber caminado por la gran pedriza que se extiende bajo La Table y el Pene Blanque. A partir de ese punto la montaña se vuelve dócil, el sendero se torna más amable y pronto las hayas nos darán cobijo, el bosque de Larrangus es un pulmón natural, dentro de él habitan escurridizos corzos que solo con algún descuido de ellos nos permitirá verlos. Al llegar a Anapia nos sentiremos plenos, satisfechos, el Pene Blanque nos ha dado mucho, nosotros a él también.
Mikel en una asomada hacia Lescun, el valle está precioso con el mar de nubes.


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